Mi manta y yo... Una relación complicada

-¡Mira mira! ¡Mi manta verde explotó!

-... Pero... ¿qué...?

-¡Que sí! ¡Mira! ¡Me salvé por un pelo! (Y mira que tengo pelos...) ¡Mira cuantos trozos!

- Hummm...

Manta explotada

Me salvé por un pelo de la explosión 

En un principio creí que la había convencido de ello...

Debo aprender a desconfiar de la apariencia de medio bobos de los humanos. A veces son tremendamente estúpidos, pero otras...

No es tan fácil engañarlos, así que voy a confesar mi crimen: he asesinado a mi manta verde. ¿La razón? Qué sé yo, porque me apetecía, supongo.

Lo que no logro entender es cómo no coló la historia de la explosión. Era perfecta. Pero me pilló. De alguna forma mi humana supo que la manta no explotó. Supo que la mastiqué, mordí y retorcí hasta hacerla pedacitos. Supo que agarraba la dichosa manta entre las mandíbulas, que la ponía bien atrás, casi en la última muela, y masticaba, masticaba y masticaba hasta que sentía el desgarro de la tela (placer supremo) y entonces iba a por otro pedazo que desgarrar con mi última muela (más placer supremo)...

Tal vez debí esconder los pedacitos en vez de dejarlos por ahí desparramados y seguir mordiéndolos para seguir despedazándolos aún más... Sí, eso tuvo que ser. Debo ser más cuidadosa en próximos asesinatos mantosos y tratar de no dejar rastros, fibras, adn y demás pruebas inculpatorias.

¡Ah! Y también debo recordar que hay fisgones por ahí sueltos con cacharros que inmortalizan imágenes irrefutables de los actos cometidos. Tengo que ir con cuidado de que un fisgón de esos no me pille (otra vez) dándole su merecido a cualquier manta inocente que se me antoje asesinar en alguna otra ocasión.

Fisgón foto 1

Fisgón foto 2

En fin... Pillada absoluta de mi fechoría. Lo dicho: tengo que ir con más cuidado.


¡Hale, a correr!